Bitniks Magazine

Revista sobre el universo internet

El erotismo es un concepto intrínsecamente ligado a la sensualidad y al placer, explorando las dimensiones más íntimas de la experiencia humana. A lo largo de la historia, el erotismo ha sido un tema recurrente en diversas manifestaciones artísticas, literarias y culturales, desafiando las normas sociales y explorando las complejidades de la atracción y el deseo.

El término «erotismo» no se limita únicamente al ámbito sexual, sino que abarca un espectro más amplio que incluye la conexión emocional, la seducción y la exploración de la sensualidad. Es un lenguaje silencioso que se comunica a través de gestos, miradas y caricias, creando una danza única entre los cuerpos y las mentes.

La literatura erótica ha desempeñado un papel destacado en la expresión del erotismo a lo largo de los siglos. Autores como Anais Nin, Henry Miller o el Marqués de Sade han desafiado las convenciones sociales al explorar narrativas que van más allá de lo convencional. Sus obras, aunque a menudo controversiales, han contribuido a desmitificar el erotismo, presentándolo como una fuerza vital que impulsa la creatividad y la conexión humana.

El erotismo también ha sido representado de manera sublime en el arte visual. Pinturas, esculturas y fotografías han capturado la belleza y la intensidad del acto erótico, transmitiendo la complejidad de las emociones involucradas. Desde las pinturas sensuales de Gustav Klimt hasta las fotografías provocativas de Helmut Newton, el arte erótico ha buscado romper barreras y desafiar las expectativas estéticas convencionales.

La música, con su capacidad única para evocar emociones, también ha abrazado el erotismo en diversas formas. Canciones sensuales y seductoras han proporcionado la banda sonora perfecta para momentos íntimos, explorando el deseo y la pasión a través de melodías cautivadoras y letras sugerentes. El jazz, el blues y el R&B, en particular, han sido géneros que han abrazado el erotismo, expresando la complejidad de las relaciones humanas a través de la música.

El cine, como medio visual por excelencia, ha explorado el erotismo desde diferentes perspectivas. Desde las películas clásicas de la época dorada de Hollywood hasta producciones más contemporáneas, el cine ha sido un escaparate para representaciones artísticas y provocativas de la intimidad. Directores como Bernardo Bertolucci, Pedro Almodóvar o Wong Kar-wai han dejado su huella al capturar la esencia del erotismo en la pantalla, llevando al público a viajes sensoriales inolvidables.

A pesar de su omnipresencia en el arte y la cultura, el erotismo sigue siendo un tema complejo y a menudo malentendido en la sociedad. La liberación sexual y la aceptación del erotismo como parte integral de la experiencia humana han avanzado, pero persisten tabúes y prejuicios que rodean este aspecto fundamental de la vida.

En última instancia, el erotismo es una fuerza que impulsa la creatividad, la conexión humana y la expresión artística. Va más allá de lo meramente sexual, abarcando la gama completa de emociones y experiencias que definen la condición humana. A través de la literatura, el arte, la música y el cine, el erotismo nos invita a explorar la profundidad de nuestras sensaciones y a celebrar la belleza intrínseca de la conexión íntima. En su esencia, el erotismo es un recordatorio de nuestra humanidad compartida y de la riqueza que se encuentra en la diversidad de las experiencias eróticas.

Campeón de numerosas batallas periodísticas, Pierre Salinger no podía aceptarlo. La noticia exclusiva que creyó encontrar en la Internet, en realidad era un gran fiasco. Aquel jueves de septiembre de 1996 Salinger, que en los años sesenta fue secretario de Prensa del presidente John Kennedy y que ahora estaba en París como corresponsal de la cadena de televisión ABC, había citado a los medios para ofrecer una revelación que se antojaba histórica. Navegando en la red de redes, había encontrado evidencias de que el terrible accidente al vuelo 800 de la TWA, un par de meses antes, había sido causado por un misil de la marina de los Estados Unidos.

Pero esa versión no era nueva, ni era cierta. Desde varias semanas antes, en varios sitios de la Internet había circulado un documento preparado por un ex piloto persuadido de la teoría del misil. No había evidencias de que esa hipótesis fuera sostenible pero Salinger, tan solo porque la encontró en la red, le dio una credibilidad inusitada.

El error de ese prestigiado periodista fue tan estruendoso, que desde entonces se le llama «efecto Salinger» a la costumbre de tomar como verdadera una información falsa que se encuentre en la Internet. Y es que en el ciberespacio hay de todo: hechos y mentiras, acontecimientos y exageraciones. La enorme capacidad de la Internet para difundir contenidos de toda índole, puede ser aprovechada para informar lo mismo que para distorsionar o confundir.

Así ocurre en todos los medios. Pero en los medios tradicionales, suele haber más tiempo y cuidado (aunque no siempre ocurra así) para verificar la autenticidad de las noticias. En la Internet en cambio, basta con levantar una página y ponerla en el servidor para que forme parte del ciberespacio.

Allí se encuentra la gran posibilidad, pero también uno de los riesgos principales del periodismo en la red. No basta la capacidad de propagación, si no hay verificación suficiente de las informaciones. Como Salinger, muchos periodistas y publicaciones están aprendiendo la lección. El resto de los usuarios de la Internet también tendrían que tomar sus providencias antes de creer todo lo que circula en línea. La realidad virtual, no siempre es la «realidad-real». Eso lo sabemos todos. Pero con frecuencia, lo olvidamos.

Hoy día hemos sabido que se acerca el gran día (bueno en el España sería la gran noche) del cine internacional. Sí amigos, ya se está poniendo todo en marcha para celebrar la 95.ª edición de los Premios Óscar; los primeros preparativos han sido noticia hoy, y es que solo estamos a 3 días del gran momento. A partir de ahora los noticieros del mundo entero se volcarán más en las noticias cinematográficas, que seguramente irán desde entrevistas a los nominados, declaraciones escandalosas y todas las anécdotas de la preparación de tan excelsa y famosa ceremonia.

Pero yo no quiero hablar de lo que podemos encontrarnos en los Óscars; más bien, estoy interesado en analizar lo que nunca podremos ver, de ninguna de las maneras. Si el año pasado los premios pasaron a la historia por cierta bofetada que un presentador sufrió de manos de un actor después premiado y la polémica posterior (no necesitas el nombre, ¿verdad?), ¿quién sabe lo que nos esperará este año? Es mucho más fácil señalar lo que no hace falta que esperemos en la celebración de unos premios en el país de las libertades: nada que pueda tener sabor a erotismo.

El cine erótico no gana premios; o, al menos, no ganará jamás un Óscar. Los directores de culto introdujeron el erotismo durante la época del destape, queriendo poner un contrapunto entre las vulgaridad de la pornografía y el aburrimiento del cine convencional. Consiguieron varios títulos muy interesantes que solo fueron apreciados con el paso del tiempo; y claro, que sus contemporáneos fueran a las salas de proyección ansiosos por ver algo nuevo, e incluso que algunas generaciones lo siguieran haciendo, ya fuera por rendir homenaje o porque realmente les gustaba. Estas películas recuperaron el dinero invertido; pero muy pocas de ellas son reconocidas, y todavía menos llegaron nunca a ningún festival de cine, ni siquiera modesto.

Se podría pensar que en los tiempos que corremos, la industria del cine ya podría soportar ciertos elementos eróticos sin rasgarse las vestiduras; pero por desgracia los que cortan el bacalao en Hollywood siguen inmersos en su puritana y muy clasista visión de lo que debe ser una obra de arte. Quizá debamos darnos con un canto en los dientes si tenemos en cuenta que ya se ha dado premios a personas de color, a homosexuales, a directoras de cine, e incluso al colectivo hispano, que siendo el más cercano a la Meca del cine seguramente ha tenido siempre un papel relevante. Pero amigo, olvídate de nada que tenga sabor a sexualidad, esa criba aún no la pasará ninguna película, al menos no las que están en cartelera.

Sin embargo, hay intentos de hacer cine erótico, claro que sí. De hecho, la industria española e hispanoamericana se esfuerza por dar a sus películas el toque justo de erotismo al que tan acostumbrados estamos en nuestra cultura. Y puede que acaben siendo películas taquilleras, pero las críticas a veces son implacables. Recuerdo ahora mismo un refrito español de una obra mexicana, donde se planteaba un juego erótico para parejas como tema principal; algo así como un intercambio swinger entre amigos, que ponía de manifiesto los puntos más oscuros de sus relaciones sentimentales y de amistad. La comedia erótica estaba servida, y aunque no empezaba mal en su planteamiento, no acabó de cuajar; y ni la película mexicana, ni la española, alcanzaron el éxito esperado, y eso que fue apenas unos años.

Así, lo siguiente que tampoco verás nunca en ningún certamen de cine, menos en los premios Óscars, es algo que se cae por su propio peso en cuenta a evidente. Y es que nunca, jamás, llegará a ningún festival de cine una muestra de pornografía. El porno no es arte, dicen; es solo una manera burda de excitar nuestros cuerpos con escenas de sexo real, aseguran. Y puede que sí, pero… si la pornografía tiene tan poco valor, ¿por qué las webs de porno gratis se lucran y sobreviven durante décadas como las más visitadas de internet? No puede ser casualidad, ni una moda efímera, pues esto se viene produciendo desde casi el principio de la red de redes. Si el cine evoluciona y quiere mostrar la realidad de la sociedad actual, ¿por qué se ancla en los tópicos y costumbres de hace cien años, y no muestra esta realidad tan cotidiana?

En fin, ya sabemos que ninguna película porno, nunca, llegará a la ceremonia de los Óscars. Y ahora que tenemos claro qué no será premiado, solo nos queda esperar a los ganadores de este certamen.

Vamos a partir de cero. Somos todos seres humanos. Los perros no acceden a internet. ¡Todavía! el marketing es un acto hostil y existe porque el mercado no es propiedad de las empresas. Éstas quieren mostrar sus productos, sus marcas y cualquier otra cosa que incremente sus beneficios. Los marketeers son los que tienen que hacer el trabajo sucio.

Internet no supone una gran diferencia, más bien facilita el trabajo. Nada más cruel que valerse de una tecnología cuestionable, que esconde, tras una cortina de bits, la acción de estos profesionales.

¿Cuál es la razón para hacer SPAM? Ellos usan tu línea telefónica, tu computador y de tu paciencia, a cambio abusan de tu buena voluntad. Lo peor es sentir que se está siendo seguido, observado cuando se visita un site cualquiera, y se recibe al día siguiente un e-mail lleno de promociones idiotas. Los buenos profesionales condenan esta práctica. Es una falta de respeto al prójimo. No haga al prójimo lo que no le gustaría que le hicieran a usted.

Estos usurpadores no están preocupados. Actúan con la mayor normalidad. Son negocios, y en el mundo de los negocios la ley sólo existe para los débiles. Y ¿en cuanto al «junkmail» corporativo? Este es el concepto de permission marketing llevado al extremo de la falta de ética. Basura en la caja postal. Gastarse enormes fortunas para conseguir una autorización, el primer contacto, la cesión de las direcciones de e-mail. Todo limpio y correcto. Sin embargo en la práctica, cuando el consumidor debería recibir un bouquet de flores, todo es olvidado. Volvemos al viejo teatro. El cliente tiene que sufrir. Las empresas olvidan que el marketing es un concepto amplio.

Parece que las cosas van mal en este espacio de nadie. ¿Será que estamos listos para el próximo «round»? Dos cruzados de izquierda, ya me dejaron un poco tonto, y todavía le queda el directo. Realmente, en el marketing directo no hay dolor. Golpea en el pobre internauta. Sin la menor compasión. Ahora el negocio es serio. El SPAM irrita de sobre manera y la recogida de datos es aterradora. ¿Por qué aterroriza? Eche un vistazo al futuro, a la generación de nuestros hijos, y tome conciencia podrá ser mucho peor, y bien rápido. ¿Cómo se está haciendo esa recogida de datos? Simplemente pasando por encima de los derechos humanos.

La forma no tiene sitio en este artículo, es fruto de la malicia de personas sin escrúpulos. El hombre es quien programa el computador, y este trabaja para recoger, juntar y diseminar la información. Las empresas de tarjetas de crédito saben muy bien de lo que estamos hablando, aunque sólo sean una pequeña porción del problema, y trabajen con los datos que ellos mismos manipulan. Saben mucho más de la vida de sus clientes de lo que podemos imaginar.

La culpa no es de internet. Es sólo un medio por el que las personas se relacionan. La gracia es que las herramientas media sólo hacen publicidad a los vándalos cibernéticos, mas ¿quién va a abrir la boca para denunciar estas actividades ilegales? Perdemos un tiempo precioso hablando de protocolos, de firewalls y de otros útiles de seguridad y olvidamos palabras como educación, respeto, cultura y filosofía. La solución no está en la tecnología, está en la ética.

La privacidad es un asunto importante. Tal vez sea el centro del debate en la era de la información. ¿Tendremos un maravilloso mundo nuevo o seremos devorados por el Gran Hermano?.

Los mercados están conversando. Tal vez sea una forma, aún incomprensible para las empresas y los marketeers en servicio. Esta conversación va mucho más allá de lo que se analiza. La comunidad ya creó el Linux, el Apache, y otros productos que representan la revolución de la información. Se están creando más y más. Esto, mientras las empresas continúan caminando sobre las piedras monolíticas heredadas de la revolución industrial. No vale la pena ver esta película otra vez. El mercado está cambiando y rápido. Quien trabaja en la red al viejo estilo no consigue establecerse.

El NASDAQ dejó de dar sustento al mercado, y casi volvemos al tiempo de los carros digitales. ¿Por qué será? ¿Quién no se dio cuenta que el mayor activo en la red es la participación, o interrelación, el respeto por los derechos de los usuarios, la calidad de los servicios, la transparencia y la voluntad de cambiar al ser humano? Estas son las reglas del juego. Y este juego es internet.

Suena el estallido que produce el cristal al chocar con el suelo de madera. Un tipo está en una bañera, al parecer dormido o, lo que resulta más probable, inconsciente. De pronto, un hilillo de sangre le corre por entre las cejas; la lámpara se mece de un lado a otro, llenando de sombras y débil luz todos los rincones del cuarto de baño, pintado en su enteridad con esmalte de color verde oscuro. El hombre se despierta sobresaltado y sale de la tina, para verse en el espejo y descubrir que tiene una minúscula herida justo en el centro de la frente. Sale del cuarto a toda prisa y choca con una mesita en el pasillo…

-Sí, hombre. Que eso está muy bien, pero no funciona… Debes hacerlo más claro para el auditorio.
-Pero si de eso se trata todo el asunto. La gente tendría que ir descubriendo…
-La gente se pierde con eso, tío. Yo sé de eso; soy el productor y sé cómo se las gastan. Y en cuanto a los poderes, házmelos más… No sé. Más «visuales».
-¿Visuales? ¿Más vis…?
-Que sí, hombre. Que se deben ver los poderes psíquicos. De lo contrario, nadie sabe de qué coño va el asunto…

Palabras más, palabras menos; esto es lo que se escucha muy a menudo en las salas de proyección de Hollywood y en las oficinas donde se realizan juntas editoriales, y no existe nada más frustrante al respecto cuando uno se encuentra del lado de los creadores.
De un tiempo para acá, cada vez resulta más digerida la propuesta del cine y la narrativa estadounidense -y, por ende, la del resto de Hispanoamérica-, por completo llena de lugares comunes y situaciones desprovistas de cualquier tipo de reto para el intelecto del público.
Parece un regreso a la estética de los sombreros negros y blancos sólo que, hecho todo este manipuleo, de una forma más burda y acartonada.

Todo nos lleva a concluir que es «La Industria» quien decide qué y cómo deben presentársele las cosas al espectador… Porque en eso nos hemos convertido, en simples espectadores según la definición más literal de la palabra… Espectador: dícese de aquel que espera. Y Ellos -los que dirigen La Industria-, nos dan todo fácil y sin esfuerzo alguno de nuestra parte, porque eso, según Ellos, es lo que esperamos.
De acuerdo a lo que dice saber este grupo de poder, esperamos no pensar, ver tetas al aire y mentones cuadrados, autos que estallan en el momento mismo en el que se desbarrancan, ráfagas de ametralladora que destruyen todo un bar y matan a toda la clientela que ahí se encontraba, con excepción del héroe quien se oculta detrás de una mesa volcada… Como es probable que también lo hayan hecho treinta personas más en dicha situación; a esto se le llama ‘instinto de conservación’, pero no dejen que eso interfiera con su disfrute.

Vemos novelas de las series de televisión y el colmo es que ya no nos ofrecen historias originales basadas en la serie de marras, sino que nos venden las novelizaciones de los argumentos de cada episodio, ¡QUE YA HEMOS VISTO! Ya no se trata de novelas de la Dragonlance o los Reinos Olvidados; ahora, nos pretenden vender la novela basada en la película, la cual, a su vez, estuvo basada en un cómic no muy bueno de los años 70 y del que nadie, de entre los miles que asistieron al estreno de la cinta en cuestión, se acuerda. Sin embargo, ahí está la novela que tiene como portada, una versión en miniatura del cartel promocional del largometraje, para que nos la llevemos a casita por cinco mil pelas de na’a.

Entre las pilas de novelas de Star Trek -en todas sus inefables y anodinas encarnaciones-, Aliens, Predator y Aliens Vs. Predator, que ocupan los estantes dedicados a la ciencia ficción -así con minúsculas-, vean cuánto espacio queda para las obras de Bradbury, Gibson, Powers, Moorcock, Vance, Herbert y Lem, todos ellos Maestros de la Ciencia Ficción -así con mayúsculas-, o para los nuevos talentos locales, quienes también tienen mucho que decir.
¿Es que La Industria en realidad cree que ésa es la ficción que busca el grueso de los lectores? ¿Que, todo se reduce a su mínima expresión y sólo deben tratarse los temas de acuerdo con este mínimo común denominador?

¿O es que acaso «fan» y lector -o cinéfilo, o melómano- significan lo mismo para los consejos y casas editoriales, las distribuidoras y empresas productoras?
Ya no se trata de un caso de censura en donde un grupúsculo nos dice lo que debemos y no debemos ver, oir o leer. Es algo mucho peor que eso. Tal parece que, ahora, nos están diciendo qué nos gusta ver, oír o leer porque eso es lo que esperamos consumir.
Yo ya no creo que se trate de una «mediatización para conformar los criterios de la población», sino que es, más bien, una conformidad de la población ante el criterio mediocre del medio.

Eso, o bien pudiese ser que los fans sean tontos, pero los lectores, cinéfilos y melómanos, no lo somos.

Y sí, la columna inicia con una narración de la secuencia inicial de la película ‘Dark City’ del genial director Álex Proyas, antes de que la compañía productora metiera mano y decidiera «ayudar» al público, haciéndole «más fácil» comprender el filme. El resultado, que es lo que la mayoría vio en los circuitos de cine comerciales, no fue del todo malo… Pero acabó con muchas de las sorpresas que Alex tenía reservadas para nosotros.

Y aunque Álex se las apaña muy bien para resolver las imposiciones de su productora, yo sigo sin saber cómo creen Ellos que se «deben» ver los poderes psíquicos…